Escena 16 – LA MALDICIÓN

AI principio de la historia humana, Dios y el hombre  estaban juntos. Reinaban la paz y el gozo. Pero entonces el hombre quebrantó la ley de Dios.

El mismo día que pecaron Adán y Eva, Dios anunció algunas de las consecuencias de gran alcance de su pecado.

”A la mujer, le dijo: …con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.» (Génesis 3:16).

Antes de que el pecado entrara en escena, Eva se regocijaba en el amor y el cuidado abnegado de su marido, pero ahora, sus naturalezas contaminadas por el pecado añadirían conflicto y dolor al gozo del matrimonio.

Después, Dios le dijo al hombre:

«…maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá,… Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.» (Génesis 3:17-19).

Debido a su pecado, Adán y Eva habían perdido el dominio sobre la tierra. Su mundo incluiría ahora espinas, dolor, tristeza, enfermedad y muerte.

Algunos estamos tan acostumbrados a este sufrimiento que lo aceptamos como normal. Pero, ¿formaba parte del diseño original de Dios que un rosal fragante tuviera espinas hirientes? ¿O que el asombro del parto incluyera dolor intenso? ¿O que esos seres creados a imagen de Dios envejecieran y murieran? No. Dios no diseñó la creación original para batallar contra sí misma. Fue por causa del pecado del hombre que la tierra cayó bajo la maldición de Dios.

La humanidad había pecado y debía morir.
La ley del pecado y de la muerte lo exigía.

La muerte es separación. El pecado produce tres terribles separaciones:

1. Muerte espiritual: el espíritu del hombre separado de Dios.

2. Muerte física: el espíritu y el alma del hombre separados de su cuerpo  (y de sus seres queridos).

3. Muerte eterna: el espíritu, el alma y el cuerpo del hombre separados de Dios para siempre en el lago de fuego.

El hombre no tenía forma de salvarse de la maldición del pecado.

¿Había alguna esperanza?


Esto ha sido una porción (usado bajo permiso del autor) del libro «Rey de Gloria» narrado por Paul D. Bramsen 
(nota: el uso de negrillas, cursivas y algunos cambios de versión de la Biblia son nuestra y no del original) 
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