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Habían pasado diez generaciones desde el tiempo del profeta Noé.
Satanás tenía a las naciones bajo su control absoluto, o eso parecía.
En vez de confiar en el SEÑOR, la gente confiaba en sus religiones. Algunas naciones adoraban al sol, en lugar de adorar a Aquel que lo creó. Otras veneraban a la luna.
Corría aproximadamente el año 1925 a.C.
En una tierra al noroeste de Arabia, vivía un anciano llamado Abram. Más adelante, Dios cambió su nombre por Abraham, que significa padre de una multitud.
Abraham tenía 75 años; Sara, su esposa, tenía 65. No tenían hijos. Sus padres y vecinos eran idólatras, adoraban a las cosas creadas, en vez de adorar al Creador.
Un día, el SEÑOR le dijo a Abraham:
«…Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.» (Génesis 12:1-3).
El SEÑOR quería hacer un pacto con Abraham. Si estaba dispuesto a dejar a la familia de su padre y marchar a una tierra desconocida, el SEÑOR haría dos cosas muy grandes con él:
1. Dios convertiría a Abraham en el padre de una gran nación.
2. A través de esa nación nueva, Dios bendeciría a la gente de todas las naciones.
Si Abraham estaba dispuesto a confiar en el SEÑOR y seguirle, se convertiría en el padre de una nación de la que saldrían los profetas, las Escrituras y el Salvador del mundo.
¿Qué hizo Abraham?
”Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.” (Hebreos 11:8).
No fue fácil para Abraham y su esposa dejar a sus parientes y abandonar la religión familiar. Sin embargo, escogieron soportar las críticas de su entorno social con el fin de seguir al único Dios verdadero.
Confiar en Dios y obedecerle no siempre es fácil, pero siempre es lo mejor.
Esto ha sido una porción (usado bajo permiso del autor) del libro «Rey de Gloria» narrado por Paul D. Bramsen
(nota: el uso de negrillas, cursivas y algunos cambios de versión de la Biblia son nuestra y no del original)
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