Abraham y su esposa eran ancianos y no tenían hijos. Sin embargo, el SEÑOR había prometido hacer de Abraham el padre de una gran nación.
¿Cómo reaccionó Abraham ante esa promesa «imposible» de Dios?
”…Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia,…”. (Santiago 2:23; Génesis 15:6).
Como todos los descendientes de Adán, Abraham era un pecador, pero como Abel y Noé, ofrecía a Dios sacrificios por el pecado. Dado que Abraham creyó al SEÑOR y sus promesas, eso le fue contado por justicia en el cielo y Dios le dio el regalo de la vida eterna. Sara confió también en el SEÑOR y también fue declarada justa.
Sin embargo, es difícil esperar.
Después de estar en la tierra de Palestina durante diez años, esperando y orando para que Sara quedara embarazada, decidieron «ayudar» a Dios a cumplir su promesa de darle un hijo a Abraham. Siguiendo una costumbre local, Sara dio su criada egipcia Agar a Abraham. Él durmió con Agar, y ella se quedó embarazada y dio a luz un hijo. Le llamaron Ismael.
Unos 13 años después, cuando Abraham tenía 99 años y Sara 89, el Dios Todopoderoso se les apareció de nuevo. Les dijo que tendrían un hijo y que se llamaría Isaac. El SEÑOR también le dijo a Abraham:
”…en cuanto a Ismael, …le bendeciré,… Mas yo estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene.” (Génesis 17:20-21).
Un año después, Sara dio a luz a Isaac, el hijo de la promesa.
Mira la imagen. ¿Ves a Abraham y su esposa contemplando el cielo nocturno? Están dando gracias al SEÑOR por su fidelidad. Luego, despidieron a Agar y a Ismael, pero Dios fue bueno con ellos también.
”El muchacho creció en el desierto, y Dios estaba con él. Llegó a ser un hábil arquero, se estableció en el desierto de Parán, y su madre arregló que se casara con una mujer de la tierra de Egipto.” (Génesis 21:20-21 NTV).
Ismael se convirtió en el padre del poderoso pueblo árabe, al que Dios ha bendecido de muchas formas.
En cuanto a Isaac, se quedó en casa, cuidando el ganado y los rebaños de su padre. A veces, le ayudaba a escoger un cordero sano para sacrificarlo y quemarlo sobre un altar por sus pecados. Pero ni Isaac ni su padre podrían imaginarse el sacrificio que Dios estaba a punto de exigir.
Esto ha sido una porción (usado bajo permiso del autor) del libro «Rey de Gloria» narrado por Paul D. Bramsen
(nota: el uso de negrillas, cursivas y algunos cambios de versión de la Biblia son nuestra y no del original)
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