Escena 54 – SU MAJESTAD

Los maestros y los sacerdotes de los judíos no estaban nada contentos al ver que las multitudes escuchaban a Jesús. Querían que les escucharan a ellos, ¡no a Él!

Un día, los jefes de los sacerdotes enviaron a los guardias del templo para arrestar a Jesús, pero los guardias no fueron capaces de arrestarle. Cuando regresaron, los sacerdotes les preguntaron: «¿Se puede saber por qué no lo han traído?».

«¡Nunca nadie ha hablado como ese hombre!» –declararon los guardias.” (Juan 7:46 NVI).

Ni siquiera los profetas habían hablado como Jesús. Los profetas eran como velas que proyectaban relucientes rayos de luz en un mundo oscuro, pero el Mesías era «el sol de justicia» (Malaquías 4:2). ¿Quién necesita velas cuando sale el sol?

Jesús dijo:
”Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” (Juan 8:12).

Jesús es el Verbo (la Palabra) que dijo en el principio: «Que haya luz«. Él es la fuente primordial de la luz física y la espiritual.

Al acercarse la hora de cumplir su misión, el Mesías llevó a tres de sus discípulos, ”a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.
Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.
Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.”
Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.

Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis.
Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.”
 (Mateo 17:1-3, 5-8).

Los discípulos nunca olvidaron lo que vieron ese día. Más tarde, Pedro escribiría:
«…Nosotros vimos su majestuoso esplendor con nuestros propios ojos.» (2 Pedro 1:16 NTV) y Juan escribiría: ”…nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1:14).

Pero por ahora, la gloria del Hijo seguía escondida en su cuerpo de carne.

Había llegado la hora para que el Rey cumpliera su misión.


Esto ha sido una porción (usado bajo permiso del autor) del libro «Rey de Gloria» narrado por Paul D. Bramsen 
(nota: el uso de negrillas, cursivas y algunos cambios de versión de la Biblia son nuestra y no del original) 
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