Todo iba conforme al plan. Al acercarse a Jerusalén, el Señor envió a dos de sus discípulos a hacer un recado.
«Vayan a la aldea que está enfrente y, al entrar en ella, encontrarán atado a un burrito en el que nadie se ha montado. Desátenlo y tráiganlo acá. Y si alguien les pregunta: ‘¿Por qué lo desatan?’, díganle: ‘El Señor lo necesita.’ «
Fueron y lo encontraron tal como él les había dicho. Cuando estaban desatando el burrito, los dueños les preguntaron: –¿Por qué desatan el burrito?
–El Señor lo necesita –contestaron. Se lo llevaron, pues, a Jesús. Luego pusieron sus mantos encima del burrito y ayudaron a Jesús a montarse.
A medida que avanzaba, la gente tendía sus mantos sobre el camino. Al acercarse él a la bajada del monte de los Olivos, todos los discípulos se entusiasmaron y comenzaron a alabar a Dios por tantos milagros que habían visto. Gritaban: –¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! –¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!
Algunos de los fariseos que estaban entre la gente le reclamaron a Jesús: –¡Maestro, reprende a tus discípulos!
Pero él respondió: –Les aseguro que si ellos se callan, gritarán las piedras.» (Lucas 19:30-40 NVI).
¡Qué Rey tan diferente!
El Mesías-Rey no asaltó la capital con el sonido de trompetas y un ejército poderoso. No entró cabalgando sobre un corcel de guerra.
Entró montado sobre un humilde burro, joven e indomado (que normalmente hubiera dado coces y brincos), un animal con la marca distintiva de una cruz sobre su espalda y hombros, y más importante aún, el único que podía cumplir lo que el profeta Zacarías había escrito quinientos años antes:
”Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.” (Zacarías 9:9).
Por qué no montó el Mesías-Rey un poderoso caballo de guerra al entrar a Jerusalén? Porque no había venido para salvar al pueblo de sus opresores romanos.
Había venido para salvar a su pueblo de sus pecados.
Esto ha sido una porción (usado bajo permiso del autor) del libro «Rey de Gloria» narrado por Paul D. Bramsen
(nota: el uso de negrillas, cursivas y algunos cambios de versión de la Biblia son nuestra y no del original)
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