Durante los días siguientes, Jesús enseñó al pueblo en el templo donde, como niño, había asombrado a los eruditos con sus preguntas profundas y sus respuestas sabias. Los líderes del templo tenían ahora una actitud diferente: ”No queremos que éste reine sobre nosotros.” (Lucas 19:14).
Así que interrogaban a Jesús con preguntas polémicas, esperando hacer que la gente se volviera contra Él.
”Entonces, para acecharlo, enviaron espías que fingían ser gente honorable. Pensaban atrapar a Jesús en algo que él dijera, y así poder entregarlo a la jurisdicción del gobernador.
–Maestro –dijeron los espías–, sabemos que lo que dices y enseñas es correcto. No juzgas por las apariencias, sino que de verdad enseñas el camino de Dios. ¿Nos está permitido pagar impuestos al césar o no?» (Lucas 20:20-22 NVI).
¿Qué contestaría Jesús? Si decía: «Sí, hay que pagar los impuestos al emperador», la población judía le acusaría de deslealtad a su causa. Por otra parte, si decía: «No, no se deben pagar los impuestos», llegaría a oídos del gobernador romano y este le condenaría por traición.
”Pero Jesús, dándose cuenta de sus malas intenciones, replicó: –Muéstrenme una moneda romana. ¿De quién son esta imagen y esta inscripción?». –Del césar –contestaron.
–Entonces denle al césar lo que es del césar, y a Dios lo que es de Dios.
No pudieron atraparlo en lo que decía en público. Así que, admirados de su respuesta, se callaron.” (Lucas 20:23-26 NVI).
Una y otra vez, los diferentes grupos de eruditos religiosos intentaron atrapar a Jesús, pero Él contestaba con sabiduría cada vez.
”…desde ese día ninguno se atrevía a hacerle más preguntas.” (Mateo 22:46 NVI).
Avergonzados, los eruditos se ausentaron para ir a conspirar con los principales sacerdotes con el fin de arrestar y ejecutar a Jesús. ¡Qué ceguera! ¡Aquellos sacerdotes, responsables de ofrecer sacrificios sobre el altar del templo, no tenían ni idea de que el hombre al que querían matar era Aquel a quien esos sacrificios representaban!
El plan secreto de Dios estaba a punto de llevarse a cabo.
Esto ha sido una porción (usado bajo permiso del autor) del libro «Rey de Gloria» narrado por Paul D. Bramsen
(nota: el uso de negrillas, cursivas y algunos cambios de versión de la Biblia son nuestra y no del original)
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