Escena 06 – EL PRIMER HOMBRE

EI sexto día de la creación, el Rey conversó consigo mismo (Dios, su Santo Espíritu, y su Verbo) y dijo:

Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre… la tierra… y… los seres vivientes…

“Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó,” (Génesis 1:27 NVI).

Cuando las Escrituras dicen que creó a las personas a su propia imagen, no significa que Dios es como nosotros, sino que debemos reflejar su naturaleza y personalidad. Así como las monedas romanas llevaban grabada la imagen del emperador, la humanidad lleva grabada la imagen de Dios. El primer hombre y la primera mujer fueron creados con la capacidad de pensar, amar y hablar como su Creador, para que pudieran disfrutar de una relación cercana con Él. Las personas no fueron hechas para ser esclavas de Dios, sino sus amigas.

Al crear a los humanos a su propia semejanza, Dios les dio dominio. Las personas debían cuidar y gobernar la tierra para Dios, descubriendo sus secretos y usando sus recursos sabiamente. Esas capacidades distinguían a la humanidad del reino animal.

A los animales, Dios les dio dos dimensiones: cuerpo y alma.

A los seres humanos, Dios les dio tres: cuerpo, alma y espíritu.

”Y Dios el SEÑOR formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente.” (Génesis 2:7 NVI).

El cuerpo era simplemente la casa, o tienda, en la que Dios sopló el alma y el espíritu del hombre.

El alma era el intelecto, las emociones y la voluntad del hombre, que hacían posible que el hombre pensara, sintiera y escogiera.

El espíritu conectaba al hombre con Dios. Mientras que el cuerpo equipaba al hombre para conectarse con el mundo visible, el espíritu lo equipaba para conectarse con el Dios invisible. El SEÑOR quería que los humanos le conociesen.

Las personas serían el tesoro especial de Dios. Puesto que Dios les había hecho, no era solamente su Creador, sino también su Dueño.

Dios el SEÑOR llamó al primer hombre Adán, que significa de la tierra, o sencillamente hombre. Más adelante, Dios formaría a la primera mujer, pero antes había que llevar a cabo algunos preparativos.

Adán necesitaba un hogar y un trabajo.


Esto ha sido una porción (usado bajo permiso del autor) del libro «Rey de Gloria» narrado por Paul D. Bramsen 
(nota: el uso de negrillas, cursivas y algunos cambios de versión de la Biblia son nuestra y no del original) 
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