Escena 63 – EL SACRIFICIO FINAL

Es mediodía. Jesús lleva tres horas en la cruz. Llegan nubes oscuras, y el día se vuelve como la noche. Los espectadores aterrados se dispersan. Un silencio inquietante cubre el monte. Tres horas después, Jesús grita:

«…Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mateo 27:46).

Sobre el altar de la cruz, el eterno Hijo de Dios sintió el horror de ser separado del Dios del cielo. Durante esas horas de oscuridad, escondido de los ojos de los hombres, Dios tomó todos nuestros pecados y los cargó sobre su Hijo santo. Jesús se convirtió en el sacrificio final por el pecado.

Ya que los pecados pasados, presentes y futuros del mundo se cargaron sobre Jesús, Dios en el cielo tuvo que apartar la mirada porque sus ojos «…son tan puros… que no pueden ver el mal;…» (Habacuc 1:13 NVI).

Durante tres largas horas, la ira de Dios contra el pecado ardió sobre su propio holocausto. Como un cordero sacrificado sobre un altar, el Cordero de Dios quedó colgado en la cruz entre el cielo y la tierra, entre Dios y el hombre. Aquel que es Infinito soportó nuestro infierno en el tiempo para que no tuviéramos que soportarlo en la eternidad.

Y entonces terminó.

Sabiendo que había llevado el castigo que merecían los pecadores y que había cumplido las profecías del Antiguo Testamento, Jesús dijo:

«…Consumado es. [Todo se ha cumplido] Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.” (Juan 19:30).

”En ese momento, la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y se partieron las rocas.” (Mateo 27:51 NVI).

Durante siglos, se habían sacrificado y quemado corderos sobre el altar del templo. Cuando murió Jesús, Dios abrió de par en par la cortina que escondía la habitación especial donde se rociaba la sangre cada año para cubrir el pecado. Al romper la cortina, Dios estaba anunciando:

¡Todo se ha cumplido!
¡La deuda de pecado se ha pagado completamente!
Mi Cordero ha derramado su sangre santa por el pecado del mundo.
Ya no aceptaré más sangre animal por los pecados.
Mi Hijo amado es el sacrificio final.
Para todos los que creen en Él, ¡la puerta del cielo está abierta de par en par!

Setecientos años antes, el profeta Isaías escribió:

”Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y aplastado por nuestros pecados. Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz, fue azotado para que pudiéramos ser sanados. Todos nosotros nos hemos extraviado como ovejas; hemos dejado los caminos de Dios para seguir los nuestros. Sin embargo, el SEÑOR puso sobre él los pecados de todos nosotros.” (Isaías 53:5-6 NTV).

Todo se ha cumplido.


Esto ha sido una porción (usado bajo permiso del autor) del libro «Rey de Gloria» narrado por Paul D. Bramsen 
(nota: el uso de negrillas, cursivas y algunos cambios de versión de la Biblia son nuestra y no del original) 
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