Escena 33 – UN DIOS FIEL Y SANTO

¿Recuerdas las dos grandes promesas que Dios le hizo a Abraham? Primero dijo:

«…haré de ti una nación grande,…» (Génesis 12:2).

Dios cumplió su palabra. Abraham tuvo a Isaac, Isaac tuvo a Jacob, y Jacob tuvo doce hijos, cuyas familias se convirtieron en las doce tribus de Israel. Dios también dijo:

«…¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!» (Génesis 12:3 NVI).

Dios cumpliría esa parte de su promesa también. Al trabajar con esta nación especial, y a menudo rebelde, Dios quiso mostrarles a todos los pueblos de la tierra cómo es Él y cómo los pecadores pueden acudir a Él. Cada vez que Dios protegía a esta nación, protegía sus planes de bendecirnos a ti y a mí (porque era de esta nación, que vendrían los profetas, las Santas Escrituras y el Salvador prometido).

El plan secreto de Dios seguía avanzando.

Alrededor de 1 500 a.C., Dios llamó a Moisés, un descendiente de Abraham,  para ser su profeta. Moisés escribió los primeros cinco libros de la Biblia.

Dios también lo usó para librar a los tres millones de descendientes de Abraham de cuatro siglos de esclavitud. Dios mismo les guió a través del desierto hostil con una columna de nube para ofrecer sombra durante el día y con una columna de fuego para ofrecer luz de noche. Por su brazo poderoso, abrió un camino de escape para ellos en el mar Rojo, les dio pan del cielo, agua de una roca y los trajo hasta el monte Sinaí.

Allí, al pie del monte, Dios dijo al pueblo:

”Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa.” (Éxodo 19:6).

Dios quería que esta nación fuera santa: separada para Él y diferente a las naciones de alrededor. Sin embargo, el pueblo no entendía lo que significaba ser santo. No se veían como pecadores necesitados. Pensaban que, de algún modo, podían ganar el favor de Dios. Para darles una lección sobre su ira ardiente contra el pecado, el SEÑOR descendió entre temblores de tierra, llamaradas de fuego y el estruendo de una trompeta.

”El monte Sinaí estaba totalmente cubierto de humo, porque el SEÑOR había descendido sobre él en forma de fuego. Nubes de humo subían al cielo como el humo que sale de un horno de ladrillos, y todo el monte se sacudía violentamente. A medida que el sonido del cuerno de carnero se hacía cada vez más fuerte, Moisés hablaba y Dios le respondía con voz de trueno.” (Éxodo 19:18-19 NTV).

Dios le había dado a Adán una norma.

Estaba a punto de darle diez a esta nueva nación.


Esto ha sido una porción (usado bajo permiso del autor) del libro «Rey de Gloria» narrado por Paul D. Bramsen 
(nota: el uso de negrillas, cursivas y algunos cambios de versión de la Biblia son nuestra y no del original) 
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