Escena 58 – EL REY ES ARRESTADO

Era la víspera de la fiesta anual del sacrificio, llamada la Pascua. Al día siguiente, se sacrificarían miles de corderos.

Aunque Jesús sabía que Él también moriría al día siguiente, pasó la velada cenando una última vez con sus discípulos. Durante la cena, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo distribuyó para que comieran. También les pasó una copa. Les dijo que el pan partido debía hacerles pensar en su cuerpo y el líquido rojo, en su sangre que sería derramada para introducir el nuevo pacto para el perdón de los pecados.

A medianoche, llevó a sus discípulos a un jardín llamado Getsemaní. Allí, sabiendo los horrores que le esperaban, oró a su Padre.

Y en ese momento llegaron los líderes religiosos con una multitud de hombres armados. Jesús les dijo:

”… ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis. Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.” (Mateo 26:55-56).

Jesús permitió que le ataran y le llevaran a la casa del sumo sacerdote, donde se habían reunido los líderes judíos.

Allí, muchos hombres dijeron mentiras sobre Él.

”Muchos testificaban falsamente contra él, pero sus declaraciones no coincidían.

Poniéndose de pie en el medio, el sumo sacerdote interrogó a Jesús: –¿No tienes nada que contestar? ¿Qué significan estas denuncias en tu contra?

Pero Jesús se quedó callado y no contestó nada. –¿Eres el Cristo, el Hijo del Bendito?» –le preguntó de nuevo el sumo sacerdote.

–Sí, yo soy –dijo Jesús–. Y ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo».

–¿Para qué necesitamos más testigos? –dijo el sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras–.
¡Ustedes han oído la blasfemia! ¿Qué les parece? Todos ellos lo condenaron como digno de muerte.

Algunos comenzaron a escupirle; le vendaron los ojos y le daban puñetazos. –¡Profetiza! –le gritaban. Los guardias también le daban bofetadas.” (Marcos 14:56, 60-65 NVI).

El tribunal judío había sentenciado la pena de muerte, pero no tenía autoridad para llevarla a cabo. Solo un tribunal romano podía hacer eso.


Esto ha sido una porción (usado bajo permiso del autor) del libro «Rey de Gloria» narrado por Paul D. Bramsen 
(nota: el uso de negrillas, cursivas y algunos cambios de versión de la Biblia son nuestra y no del original) 
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